El asilo, institución latinoamericana


La Prensa Enero 21, 2011 Actualizado a las 04:05

Lo importante, en todo caso, es deslindar al asilado políticamente perseguido del refugiado por conveniencias o por ideologías afines.

La siempre convulsionada historia política latinoamericana del pasado siglo XX brindó como contrapartida dos fenómenos notables: en primer lugar, la continua persecución de opositores por parte de las administraciones autoritarias de turno y la consiguiente búsqueda de refugios en el exterior de éstos. Por otro lado —como inevitable consecuencia—, la jurisprudencia continental generó normas de Derecho Internacional Público que institucionalizaron el asilo político, normado éste taxativamente en diferentes tratados y convenciones.

Numerosas son las historias de refugiados latinoamericanos, desde el demócrata peruano Haya de la Torre hasta el sanguinario dictador paraguayo Alfredo Stroessner, el que una vez derrocado pidió y consiguió asilo en el Brasil, donde permaneció hasta su muerte. Diversos casos abundan y de toda laya, llegando también a estas épocas de la segunda década del tercer milenio.

Bolivia, quizá uno de los países más convulsionados políticamente de la región en términos históricos, tampoco escapó a esta triste tradición. Fueron muchos los exiliados políticos bolivianos fruto de crueles dictaduras civiles y militares. Incluso ahora, en lo que aún formalmente se tiene como institucionalidad democrática en este Estado Plurinacional, el camino del exilio parece seguir siendo el paso obligado de varios ciudadanos acosados por el Gobierno de Evo Morales.

Entre ellos, últimamente ha surgido como notorio el caso del hasta hace poco gobernador de Tarija, Mario Cossío, a quien en días pasados el Consejo Nacional de Refugiados (Conare) del vecino Paraguay terminó otorgándole asilo político permanente. De nada sirvieron las presiones ejercidas desde La Paz. El Paraguay honró la tradición del asilo político, comprendiendo —tal vez mejor que muchos— lo que significa vivir bajo presiones dictatoriales por el triste pasado guaraní de déspotas en el poder, hoy felizmente

superado.

Como expresó el Conare paraguayo, no hay sentencia ejecutoriada en contra de Cossío y eso le valió para obtener refugio. Además, el conceder asilo es un atributo soberano de cada Estado.

En conclusión, debemos recordar una vez más que el asilo político es una institución latinoamericana fruto del borrascoso historial de persecuciones de la región. La concesión de dicho asilo siempre ha provocado y provocará fricciones entre los gobiernos, pero se la ha respetado en todos los tiempos. Sin ir muy lejos, Argentina tiene problemas con Chile por un ex guerrillero y Bolivia tiene inconvenientes con el Perú por retener aquí como refugiado a un acusado de terrorismo en Lima.

La historia y el presente suman y siguen, la concesión de asilo permanecerá hasta que América Latina sea verazmente democrática y no solamente se vista con los ropajes formales de ésta. Lo importante, en todo caso, es deslindar al asilado políticamente perseguido del refugiado por conveniencias o por ideologías afines. Asimismo, cabe aclarar en todos los casos lo más pronto posible cualquier denuncia pendiente, a fin de dejar en claro que solamente se ha tratado de una acción política que obligó al refugio externo.

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