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Agravios a la paceñidad

Opinion – Eric Cárdenas – El Diario Sept, 8/2012

La ciudad de Nuestra Señora de La Paz (Bolivia) ha sido y es, sin duda, el centro de la Nación boliviana, pues desde los tiempos del incario y seguramente antes fue centro de interconexión en la colonia entre el Bajo y Alto Perú y más aún entre Lima y Buenos Aires, además por su cercanía a los puertos del Pacífico. En la República por su ubicación estratégica entre el sur del Perú y el norte de Chile, fue la sede obligada de los gobiernos en el Siglo XIX, y luego de la guerra Federal, sede política de la República. Además fue centro de distribución de la hoja de coca en todos los tiempos, ya que su producción ha estado en los Yungas paceños, y también fue centro de producción de oro y de varios productos agrícolas.

En la ciudad de La Paz se produjo la primera revolución que instauró un gobierno libre en toda América, y sus protagonistas pagaron con el cadalso su vocación de libertad, siendo la figura emblemática el mestizo Pedro Domingo Murillo, que junto a otros protomártires y héroes, durante toda la historia patria, hacen a la tradición, cultura e historia de los paceños. Por esa razón, esta figura de la revolución independentista es el símbolo del “paceñismo” y de los paceños y sus instituciones (paceñidad).

Sin embargo en el gobierno del régimen de los cocaleros, periódicamente algunos pocos predicadores del indigenismo fundamentalista agravian a los paceños, al arremeter contra la memoria histórica de Murillo, no sólo escribiendo falacias contra él, sino sugiriendo y presentando proyectos de ley a la llamada Asamblea Legislativa Plurinacional, para echar de la plaza de Armas de nuestra querida ciudad a Pedro Domingo Murillo, cambiando su nombre por el de Julián Apaza y Bartolina Sisa, pareja de indígenas o cuasi indígenas, pues Julián Apaza estaba mestizado culturalmente, que se levantaron contra los impuestos del régimen colonial español, que exaccionaba a los indígenas con una serie de cargas impositivas, a través de los caciques indígenas.

Por tal levantamiento fue cercada la ciudad de La Paz, con la consigna de quitar la vida a todo individuo, hombre o mujer, niño o anciano, que vistiere como español o sea criollo o mestizo, lo que, por supuesto, unió a unos y otros, no indígenas en defensa de la ciudad. En los dos cercos perecieron cerca de 10.000 no indígenas y 30.000 de éstos, elevada cantidad de víctimas para retornar al Kollasuyo gobernado por el Inca rey Túpac Katari.

Los agravios a título de “descolonización” que desde el Gobierno o alentados por éste son hechos a los paceños, son una muestra de desconocimiento de la historia, los valores ciudadanos de los bolivianos -de mayoría mestiza- y que sólo consiguen irritar más a las amplias clases medias citadinas, que como producto de la Revolución Nacional se han extendido horizontalmente.

La descolonización que según criterio de los actuales gobernantes se va a hacer realidad, cambiando el nombre de las vías urbanas, como la calle Colón o la Plaza Isabel la Católica, es una muestra del desvarío de los coyunturales gobernantes, que creen que desde el poder político se puede hacer todo lo que se les ocurra, sin considerar sus efectos, aunque en este caso, uno de ellos ha de ser la reprobación de esas posturas que sólo agravian al ya agredido pueblo paceño y boliviano.

La verdadera descolonización es la mental, la que es capaz de cambiar los esquemas mentales, saturados de odio racial, divisionismo, corrupción, ausencia de patriotismo y otras taras que nos tienen postrados entre la corrupción y la pobreza, no sólo material sino mental.

Descolonicémonos rescatando lo mejor de la cultura occidental, como la ciencia y tecnología, así como los valores éticos de la antigua Grecia o Hélade, resumidos en las enseñanzas de Sócrates, que predicó la práctica de las virtudes y lo mejor de las culturas ancestrales, pues los paceños y bolivianos somos su producto, y pretender imponer una sola visión, anulando la otra, es una tarea imposible que nos divide y enfrenta a todos.

LA CATÁSTROFE EN LA PAZ – BOLIVIA

Más de 6.000 víctimas, entre el éxodo y el refugio
fenómeno. La Paz soporta la mayor tragedia de que se tenga memoria. Más de 15 campamentos albergan a los damnificados. Para muchos ya nada será igual y prefieren marcharse.

Roberto Navia (El Deber Mar 8, 2011)
En la ladera este de La Paz, hay casas que caminan. El pasado lunes, la vivienda de Sebastián Quiroga estaba cinco metros más al norte de donde fue construida y un día después avanzó 40 centímetros más. Arturo Quispe también asegura que la suya no está quieta, que de un día a otro se arrastra como un gusano y que es muy probable que se desplome, como ocurrió con más de 1.500 viviendas y lotes desde que una cadena de cerros empezó a deslizarse desde el sábado 26 de febrero. 

Desde entonces, el presente inmediato certero que tienen esas más de 6.000 personas que han quedado en la calles: vivir bajo una carpa o alojarse temporalmente en la casa de algún pariente o vecino solidario.

Pero en los casos más extremos, el objetivo es emprender un éxodo hacia cualquier lugar de Bolivia, cosa que ya lo han hecho algunas familias, como los Aduviri-Huanacota, que vivían en el Valle de las Flores y que después de haber perdido su vivienda, una casa chica de ladrillo visto, patio de cemento en la entrada y una segunda construcción al fondo, el miércoles pasado subieron las pocas cosas que rescataron a un camión y se marcharon a la ciudad de El Alto.

Alejandro Quispe, otro de los afectados, también hace planes: “Ahora tengo un motivo más para irme a Santa Cruz”, dice desde el interior de su carpa que se encuentra en el campamento de Irpavi II. “Allá tengo una hermana y aquí ya ni siquiera una casa”, dice y bebe el agua de una botella de plástico. “El agua no nos falta, pero la comida llega a cuentagotas”, se queja. 

Otros prefieren esperar a ver qué pasa. Es decir, aguardar a que se detenga el movimiento de tierra de los cerros que es causado, según la Alcaldía de La Paz, por una falla geológica, que está activa desde 1930, o a que el Gobierno cumpla su promesa de construir casas para los damnificados, tanto para los dueños de las casas destruidas, como también para los inquilinos. 

Pero las esperanzas de volver a empezar de cero en el mismo lugar del desastre son casi imposibles, así lo han venido señalando autoridades del municipio y de la Gobernación de La Paz. La explicación es simple: la mayoría de los siete barrios se han convertido en polvo. Eso significa que no queda ni casa, ni terreno. Solamente aire.

La periodista Mónica Machicao, corresponsal de la agencia de noticias Reuters, que ha cubierto el terremoto en Haití y otros desastres, define lo que ocurre en La Paz como un lento pero incontenible terremoto.
Prueba de ello es que no existe una fecha que esté marcada como el fin del colapso porque las grietas siguen avanzando desde los cerros hasta las faldas de las laderas, incluso está llegando hasta la zona sur. 
La Sociedad de Ingenieros de La Paz reveló otro dato que, explica la magnitud del problema: el río Chuyuncani que fue estrangulado por el deslizamiento de tierra y escombros, en este momento está buscando su cauce, tratando de salir a la superficie, produciendo acumulación de líquido dentro de masas que se deslizaron por las laderas. El alcalde de La Paz, Luis Revilla dijo que lo ocurrido es resultado de una falla geológica.
En el Valle de las Flores, en el cementerio que se partió en dos, continúa la faena que emprendieron decenas de personas para recuperar los restos de los muertos cuyos nichos y tumbas quedaron al descubierto después del desastre que se registró en la zona.
La tarea sigue siendo complicada porque muchos restos óseos se entremezclaron. Por eso Ana Ureña buscaba algunas señales para encontrar a su tío que murió hace 10 años: un diente de oro, un anillo de plata.
Cuando alguien da con su ser querido, lo coloca en una cajita de cartón, o en una colcha y lo lleva al cementerio de un barrio vecino donde no existe el riesgo de que algún cerro se venga abajo. “Quiero darle seguridad a mi difunto”,  aseguraba una mujer que estaba con una pala cavando una tumba. 
El agua está cortada y en los albergues que han instalado  la autoridades les reparten el líquido en botellas de plástico de dos litros. Si bien el hambre es lo que a muchos mantiene inquietos, ponen suma atención cuando los funcionarios de la Alcaldía se acercan con sus bidones de 20 litros. “Hemos venido a calmar la sed”, decían, y la gente salía de sus carpas; algunos con sus vasos y otros con recipientes vacíos de gaseosas. 
Mientras otras personas del campamento de Irpavi II, empezaban a hacer planes para emigrar a otros rincones del país.

  Marcelo Badani – Soc. de Ingenieros La Paz: La culpa es del clima y del hombre

Los sectores de riesgo de La Paz, que son 35 aproximadamente, han sido establecidos desde hace muchos años. A ellos se los ha detectado por los deslizamientos que se han ido dando a causa de las acciones del clima y del hombre. El actual megadeslizamiento ocurrió por varios factores: las lluvias, la falta de alcantarillado, de drenaje, las construcciones civiles.


La cantidad de tierra afectada primero fue de 100 hectáreas, después pasó a 140 y ahora llegó a las 160.
El 60% de la mancha urbana de La Paz (que son 13.000 hectáreas aproximadamente)  es de riesgo. En algunos sectores hace falta hacer trabajos adicionales para estabilizarlos  y otros (30%) son prácticamente inhabitables.

Lo que se recomienda es trabajar con obras de ingeniería y en otros casos realizar el traslado. Tomando en cuenta que La Paz es una ciudad más vertical que horizontal, la mayor cantidad de la población se encuentra en sectores estables.
El río Irpavi también está siendo obstaculizado y por ser  uno de los más grandes ha buscado su cauce. Hay unas cuantas vertientes que bajan a dicho afluente que también  que se han visto afectadas por este empuje de tierra. Es una situación que está produciendo varios fenómenos naturales.

Datos de la catástrofe

 A las 16:00  del sábado 26 temblaron los cerros de La Paz y quienes habitaban ocho barios de la ladera este salieron de sus casas para evitar ser arrastrados por los deslizamientos. 


 La ciudad, de alrededor de 1.000.000 de habitantes, está levantada en un valle rodeado de cerros y montañas, por donde cruzan unos 300 ríos y riachuelos que la han convertido en vulnerable. Se estima que en zonas vulnerables por lo menos 300.000 personas.
 Algunos informes señalan que de la superficie urbana de La Paz (13.605 h.), el 74% (10.080) son áreas de riesgo, mientras que apenas el 26% (3.524) son estables.
 La seguridad en los ocho barrios de la ladera este de La Paz fue reforzada con más efectivos de las Fuerzas Armadas y de la Policía. Hay unos 2.550 efectivos que ayudan a los damnificados.
 Según las autoridades municipales de La Paz, las pérdidas llegan aproximadamente a los $us 50,5 millones y existen más de 6.000 damnificados.